Hace unos días en México y Francia se registraron tormentas con grandes bolas de granizo, casi del tamaño de una pelota de béisbol. En Francia una persona murió y 15 más resultaron con lesiones de consideración, y otros miles sufrieron los efectos del fenómeno natural; muchos se quedaron sin luz y sus autos fueron dañados por el hielo o se los llevó la corriente de agua.
Para que un granizo se forme y logre un tamaño que sirva para caer del cielo con fuerza se necesita inestabilidad, humedad y un mecanismo de disparo, o varios, que generen corrientes ascendentes intensas convectivas. La variación del viento con la altura o cortante del viento, genera que las tormentas tengan desfases en las corrientes ascendentes y descendentes, haciendo que se junte y duren más. En estas condiciones las «raíces» iniciales del granizo pueden persistir más tiempo dentro de la nube y crecer en tamaño.
La evaporación más humedad de los océanos a medida que aumentan las temperaturas por los efectos del cambio climático que vive el planeta en la actualidad es un factor que favorece el crecimiento de tormentas y que el granizo crezca sin control.
En un clima cálido, el nivel promedio de fusión tenderá a aumentar dentro de las tormentas. Esto no solo reduciría la profundidad de la capa superior productora de granizo de una tormenta, sino que también daría a los pequeños granizos más posibilidades de derretirse a medida que caen al suelo a través de una capa más profunda de aire que está por encima del punto de congelación.
De este modo, las tormentas de granizo se vuelven un peligro latente para las grandes ciudades y para las personas que las habitan. Y mientras los gobiernos no desarrollen un plan contra este tipo de tormentas y sigan ignorando los efectos del cambio climático en el planeta, la cifra de daños materiales y humanos seguirá en aumento.
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