Nuestro aliado en la belleza, el lápiz labial, cumple nada más y nada menos que, ¡cien años! ¡Sí! Sopla 100 velitas y sigue ayudándonos a vernos más bellas que nunca.
Así que para rendirle un pequeño homenaje, quiero contarte la historia de este emblema de la belleza femenina.
Sus orígenes
La relación que existe entre el lápiz labial y la belleza femenina se remonta, aunque no lo creas, a la época de la civilización egipcia, en la cual las mujeres pintaban sus bocas con arcilla roja y óxido de hierro.
A través de los años, se ha visto en diversas imágenes o retratos que las damas de alta alcurnia enrojecían sus labios de color escarlata.
Este amor hacia el labial se vio interrumpido en la época victoriana donde lo femenino se asoció con lo infantil y los labiales fueron prohibidos y erradicados.
No fue sino a principios del siglo XX que el labial volvió y esta vez, definitivamente, para quedarse.
Un poco más de historia…
Hasta el año 1900 los bálsamos y lápices labiales fueron hechos principalmente con colorante carmín, que se extraía de insectos secos y se aplicaba con la ayuda de un pincel.
Pero ya en el año 1915 el lápiz labial comenzó a aparecer en tubos de forma cilíndrica, tal cual los conocemos ahora.
Para la década del 30, precisamente en el año 1936, los principales periódicos americanos declararon que el lápiz labial era casi “tan importante como la ropa” y “casi tan vital como el alimento”.
En los años 40, el 90% de las mujeres lo llevaba en sus labios y en sus carteras para todos lados.
El labial, más presente que nunca
Creo que tú y yo (como tantas imujeres actuales) le damos al lápiz de labios un lugar protagónico en nuestra estética. Y es que pintarse los labios es una forma de manifestarle al mundo que nos amamos y que, al mismo tiempo, anhelamos agradar a los demás.
Por acompañarnos todos estos años, el lápiz labial merece nuestro agradecimiento. Así que… ¡a destapar esos labiales y a celebrar!