Mi abuelo paterno, Don Máximo Yaruchyk, se había casado durante su vida, cuatro veces. Del primer matrimonio había quedado una hija. Del Segundo quedo un hijo. Del tercer quedaron dos varones y dos mujeres. Uno de esos varones era mi papá. Quedaron huérfanos a la temprana edad de la niñez. Luego, por cuarta vez se casó mi abuelo y tuvieron una hija. A mi padre le toco vivir con una Madrastra, era tan mala que él nunca se acordó del nombre de ella, simplemente era la odiosa Madrastra. Creció con una gran deficiencia de cariño maternal. Un día el me contó como se enamoró de mi mamá. En su temprana juventud conoció a Jesucristo como su Salvador personal. Muy joven comenzó a predicar. Cada domingo iba a diferente aldea donde había pequeñas congregaciones, muchas eran en hogares de los fieles. Así, un día llego a la aldea de Xoroxoron. Allí había una pequeña congregación a la cual asistía una familia en la cual había tres mujeres y cuatro hombres, todos jóvenes. A veces acompañaban a sus papás. Don Esteban y Dona María, aunque ellos se consideraban de la fe Cristiana Ortodoxa. Doña María era una mujer santa. Se compadecía de ese jovencito, huérfano y necesitado de amor de madre y deseoso del calor familiar. Cada vez de este llegaba, decía a Don Esteban, “invitemos al joven predicador a nuestra casa para el almuerzo”, y así lo hacían. Este joven, mi padre, observaba ese calor familiar y se decía por dentro. “Si la madre es así, seguramente las hijas son iguales”, y, sin tardar mucho le propuso matrimonio a una de ellas. Se casaron el “Día de los Enamorados” un Febrero muy frío de 1933. Fueron muy felices por 63 años, hasta que llegó el final de sus vidas. Así es, como un día Ernesto Hemingway escribió que “toda historia real termina con la muerte”.
Pero, menos la de Jesús, “A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos”, dice el Apóstol Pedro en Hechos 2:32. La historia de la vida de Jesús no termina con la muerte como la de todos los demás. Porque la vida de Jesús es un Milagro. Por eso la celebramos, desde su Nacimiento (Navidad) hasta su muerte en la cruz y luego su sepultura en la tumba, calada en una roca que no la pudo retener. Al tercer día, Jesús resucita para vivir por toda una eternidad.
El Apóstol Pedro fue el primero en contar con toda claridad esta más grande historia, jamás contada antes. Historia que en el mero centro tiene una cruz. La parte vertical de la cruz une la tierra con el cielo y la parte horizontal de la cruz se extiende sin límites para abrazar toda la extensión de la tierra con todas sus razas, colores, etnias y lenguajes de toda la humanidad.
Frente a la multitud reunida en aquel “Día de Pentecostés”, Pedro da testimonio del poder del Milagro de la nueva vida en Jesús. El era un testigo que experimentó en su propia persona.
De un simple pescador de peces en un gran pescador de hombres
Fue quien experimento el poder transformador del perdón.
Es a quien él había traicionado, y quien luego lo había restaurado.
Una vez reafirmado, es comisionado a contar a todos la historia más grande jamás contada. “Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” Lucas 2:11.
Por eso es que Pedro dijo “A este Jesús Dios lo resucitó de los Muertos de lo cual todos nosotros somos testigos.”
Esta es la historia más grande jamás contada.
¿Tú conoces esta historia? ¿La has hecho tuya? Recuerda, sin esa historia no hay Navidad.
Hasta la próxima,
Dr. Pedro Yaruchyk