En una de las grandes Avenidas de nuestra ciudad, sobre la Jefferson Avenue, comenzaron a construir un gran edificio. No proveían ninguna información respecto al futuro de lo que sería el edificio, excepto, lo único que aparecía en letras muy grandes la siguiente frase, y todos se detenían a observar: TAKING IN / TAKING OUT. Más tarde todos nos dimos cuenta que sería un gran lavadero de automóviles automático, cambios de aceite rápido y muchos otros servicios exprés, respecto a la industria automotriz.
Ese acontecimiento me hizo pensar respecto al Evangelio de Mateo, capítulo 15 donde los líderes religiosos del pueblo judío cuestionaron a los discípulos de Jesús del por qué quebrantaban los preceptos de la tradición y comían sin antes lavarse las manos.
La verdad que todos tenemos una serie de buenas costumbres y si las observamos con propósito pueden ser muy efectivas. Por ejemplo, algunos hábitos son:
Respecto a la higiene:
Lavarse bien las manos.
Cepillarse los dientes.
Tomarse una buena ducha.
Aplicarse, desodorante, ponerse un poco de colonia o un buen perfume.
Respecto a nuestros hábitos dietéticos:
Incluir en el plato vegetales, todo tipo de ensaladas, hojas verdes y naturales.
Todo tipo de granos: nueces, semillas que contengan fibras.
Tomar bastante líquido, especialmente agua.
Respecto al cuidado físico:
Caminar, la vida sedentaria no es nada saludable.
Descansar, buenas dormidas.
Algún tipo de ejercicio físico.
Entonces, volvamos al punto. Cuando a Jesús lo acusan respecto a sus discípulos, claramente Jesús les responde, que ellos ponen el acento en la letra equivocada.
Aquí debemos hablar un poco de la Gramática de la Vida Cristiana. En la Gramática de la Vida Cristiana debemos aprender bien, donde van los acentos, si los ponemos en la letra equivocada, entonces la misma palabra puede significar otra cosa. En el idioma español la palabra árbol lleva el acento en la “a” para que todos entendamos a lo que nos referimos y que entendamos el mensaje. Pero si pongo el acento en la o de la palabra árbol, quizás querrá decir otra cosa.
En otras palabras, Jesús, le dice: ustedes ponen el acento en lo que entra en el vientre. Eso no hace efecto. “No entienden que todo lo que entra por la boca va al vientre, para después salir del cuerpo. Pero lo que sale de la boca, viene del interior del hombre, y eso es lo que hace impuro. Porque del interior del hombre salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio, la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los insultos. Estas son las cosas que hacen impuro al hombre; pero el comer sin cumplir con la ceremonia de lavarse las manos, no hace impuro al hombre”. Mateo 15:17-20.
Porque de la abundancia del corazón habla la boca. En el lenguaje Bíblico el corazón es el centro de la vida de la persona. El corazón es el cofre donde guardamos todos los tesoros, las cosas de valor, así debería ser. La caja fuerte. Pero en realidad muchas veces guardamos allí cosas resentimientos, ofensas, celos, odios y muchas cosas que dañan nuestra vida.
Lavarse las manos, es muy buena costumbre para observar principios de higiene, pero para efectos de la vida religiosa, espiritual no afecta en nada. Aquí necesariamente, necesitamos aplicar el principio del lavadero de autos. Están sucios y salen resplandecientes, parecen nuevos. Podemos oír todo, pero controlar lo que saldrá de nuestra boca. Controlar nuestro lenguaje. Las palabras matan o vivifican, como dice: Proverbios 18:21” La muerte y la vida están en poder de la lengua”.
Cuenta la historia que en una Iglesia del pueblo había una Señora que siempre sembraba discordia y malos entendidos entre los feligreses, el pastor ya estaba cansado de esa situación. Un día después del servicio le dijo que mañana temprano la esperaría en la oficina de la Iglesia, que trajera una buena almohada de plumas. La Señora muy obediente, el lunes por la mañana apareció en la oficina de la iglesia con su almohada de plumas: “Aquí estoy pastor” le dijo tocando la puerta, “pase adelante”. “Ni se moleste de sentarse, rompa la almohada y vaya a toda la vecindad y desparrame las plumas”. Así lo hizo siguiendo esa mañana las instrucciones del pastor. Después de un buen rato volvió y le dijo: “Pastor, misión cumplida”, a las palabras de la Señora el pastor contestó: “ahora vaya y las junte las todas las plumas”. La Señora reaccionó un poco sorprendida y tanto disgustada, le dijo: “Pastor, es imposible”. Allí está la moraleja, es imposible juntar las palabras que hemos regado por todas partes y adonde el viento se las llevó.
Tengan mucho cuidado de lo que dejan salir de sus bocas, porque eso sí contamina al hombre y hace mucho daño. Así que aprenda a acentuar no lo que entra, sino lo que sale.
Aprenda a someter a la dirección del Espíritu Santo sus pensamientos, palabras, actitudes, para que luego no tenga que lamentar sobre ellas.
Por tanto, al Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios, sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amen.