Inmigrantes latinos en Israel conservan el amor por su tierra

Unos 150 mil inmigrantes latinoamericanos viven en Israel y han influido en la economía, el Ejército, la cultura, la gastronomía y la política

La argentina Judith Bar-Hay suele hablar con eufemismos cuando dice que en 2001 inició “el baile”. Ella se refiere a los miles de cohetes que han destruido la ciudad de Sderot (en el sur de Israel), su hogar desde hace 15 años.

Los misiles son lanzados por grupos extremistas desde la Franja de Gaza, a sólo 1.2 millas de allí y las fuerzas armadas de Israel también han bombardeado a su vecino (aunque éstas afirman que han sido blancos estratégicos).

Contando a Judith, se estima que 150 mil inmigrantes latinoamericanos viven en Israel y están influyendo en la economía, el Ejército, la cultura, la gastronomía y la política.

La mayoría de esos inmigrantes proviene de Sudamérica, aunque también hay una importante comunidad mexicana.

El venelozano Tai Dubitsky prepara arepas en un mercado de Tel Aviv desde hace ocho años

Y aunque han migrado miles de millas lejos de su tierra “los sentimientos se conservan”, asegura Elías Levin, un anciano que se encarga de cuidar los archivos del kibutz. “Si juegan Israel y Argentina es un dilema”, expresa con una sonrisa.

“Cada Día de la Independencia se emocionan y gritan ‘¡Viva México!’”, cuenta Rossy Samra,originaria del Distrito Federal. Ella es asistente del consulado mexicano en Tel Aviv, donde viven unos 3,000 de sus compatriotas. En esa metrópoli hay ocho restaurantes de comida azteca.

Por las novelas mexicanas que se transmiten con subtítulos en hebreo muchos han aprendido español.

Aunado a las oportunidades económicas, muchos inmigrnates viven también los desafíos de estar en un país del Medio Oriente, donde los conflictos bélicos están a la orden del día.

Actualmente no hay casa, escuela, negocio o parada de bus en la ciudad de Sderot sin un refugio antimisiles. A estos se debe llegar en quince segundos cada vez que se escucha una alarma. Tampoco hay un habitante sin secuelas psicológicas.

La argentina Judith Bar-Hay brinda ayuda emocional a los habitantes de la bombardeada ciudad de Sderot, en el sur de Israel. /Isaías Alvarado

“Imaginen que tenemos un día lindo, vamos a la playa, empieza a llover y después se va la lluvia”, explica Bar-Hay -quien llegó a Israel cuando era una niña-  usando otro eufemismo para describir el momento en que les avisan que viene un proyectil.

Siendo coordinadora de la asociación Natal, esta inmigrante brinda asistencia emocional a los afectados por este conflicto bélico y planea ofrecer apoyo psicológico a veteranos estadounidenses de guerra desde filiales que se abrirían en Chicago y Los Ángeles.

“Tenemos vida dentro de esta vida peligrosa”, dice en un recorrido por las calles de Sderot.

A media milla de ahí, en una aldea socialista (kibutz) cercana a la Franja de Gaza, es común escuchar tango.

En 1949, un año después de la constitución del estado de Israel, esa comunidad fue fundada por 70 jóvenes judíos provenientes de Argentina, Uruguay y Brasil. Hoy es hogar de unas 800 personas.

“Conservo el idioma, tengo familia todavía en Argentina, me gusta la comida y soy hincha del San Lorenzo, el equipo de El Papa”, comenta Moshe Caplan, quien llegó a este país en 1974.

El argentino Moshe Caplan es uno de los líderes de una comunidad socialista israelí cercana a la Franja de Gaza

En esa aldea agrícola y ganadera se construye una cancha de fútbol. El equipo local ha tenido por años un uniforme cosido con hilos de nostalgia, uno similar al de la selección de Argentina.

En el mercado Shuk Hacarmel, en el centro de Tel Aviv, hondea la bandera de Venezuela y hay un olor familiar. Desde hace ocho años Tal Dubitsky prepara unas 200 arepas al día.

“Abrí este negocio porque extrañaba Venezuela”, dice quien vino buscando un mejor futuro. “La situación en Venezuela no está muy apta para vivir, para desarrollarse”, explica.

Frente a la Puerta de Damasco, en la Ciudad Antigua de Jerusalén, se escucha la explicación en español de un guía chileno. Es Ricardo Mondel, quien llegó a Israel hace 17 años. “Mi familia se vino con la ilusión de dejar de ser minoría”, dice refiriéndose a la profesión del judaísmo.

El chileno Ricardo Mondel dirige un recorrido turístico en Jerusalén

Su recorrido incluye el Muro de los Lamentos, un lugar sagrado para los judíos y al que suelen llegar los aficionados del equipo argentino River Plate cada vez que hay un compromiso grande.

La llamada “Filial River Israelí” se reunió cuando el conjunto se enfrentó a los Tigres de Monterrey en la final de la Copa Libertadores a principios de agosto. El River ganó.

“En el Mundial, argentinos se reunieron en el puerto de Tel Aviv para ver la final”, cuenta Tamara Epelbaum, quien nació en ese país sudamericano hace 26 años.

A los 11 años ella se mudó con su familia a Estados Unidos y cuando cursaba una maestría en una universidad israelí decidió enrolarse en las fuerzas armadas de ese país.

La argentina Tamara Epelbaum es vocera de las Fuerzas de Defensa de Israel

“Vivir en Israel es una sensación difícil de explicar”, dice Epelbaum, ahora portavoz del Ejército.

En el kibutz fundado por sudamericanos, Moshe Reskin , uno de sus habitantes, relata que su padre estudió medicina con Ernesto “El Che” Guevara, el mítico líder de la revolución cubana, en Argentina.

Por sus ideales ninguno terminó la carrera: uno se fue al Caribe y el otro se mudó a Israel.
“Mi padre salvó al ‘Che’ cinco veces, porque tenía un asma muy fuerte”, contó.

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