¿QUÉ CLASE DE PERSONA SOY? 

Soy una persona que ve la vida desde el balcón o está en el camino.

Permítame explicarme. Yo por naturaleza soy zurdo, y todos creen que los zurdos no entendemos conceptos abstractos porque usamos el cerebro del lado opuesto a todos los demás. Entonces, para que me entienda lo que quiero comunicarle, le contaré una historia real, y así, usted mismo podrá contestar la pregunta, “¿Qué clase o tipo de persona soy?”

Años atrás, cuando vivíamos en Ucrania, un día íbamos en Trolebús entre dos ciudades, Makeivka y Donetsk, Thelmita, mi esposa, viendo un edificio con el techo caído hacia adentro (una guardería abandonada que había pertenecido a las Minas de Carbón) expresó: “¡Qué lindo lugar para hacer un Centro Familiar!”. Dicho y hecho, lo compramos y comenzamos a reconstruirlo. Mientras reconstruíamos con la ayuda de muchos voluntarios de la vecindad, los sábados teníamos un estudio bíblico y un pick-nick para todos los colaboradores. 

Cruzando la calle, había una mansión en la cual vivía Vanya, el Gitano. La casa tenía un tremendo balcón con unas cómodas sillas en las cuales Vanya se sentaba y nos observaba trabajar arduamente con los rostros bañados por el sudor por cargar ladrillos y piedras para cubrir las paredes del viejo edificio. Varias veces, en forma burlona me dijo que yo era un “Agente Americano que venía a hacer obra proselitista”. Yo le contestaba: “Yo estoy aquí para demostrar el amor de Cristo a la gente de forma concreta, y quiero que sepas que ese Dios que envío a Jesucristo a este mundo, te ama y quiere salvarte de una vida sin propósito”. Un día cuando llegué al Centro Familiar, para mi gran sorpresa, Vanya había mandado a su hija a invitarme que fuera a su casa, su papá quería hablar conmigo. Ese día, por la tarde, fui a ver a Vanya. Me estaba esperando en la puerta de su mansión. Antes de entrar a la sala, me pidió perdón. Yo me recosté a la pared, para no caerme, no podía creer lo que estaba escuchando. Me dijo: “Pedro, yo quiero pedirte perdón de todo corazón por juzgarte y burlarme de ti. Pero ahora cuando veo que la gente llega y que con gran amor tratas a todos por igual: hambrientos, borrachos, andrajosos, enfermos , niños, grandes y ancianos. Yo te he observado desde el balcón de mi mansión, pero veo que tú eres un hombre del camino”. Esa misma tarde, en la sala de Vanya tuve la oportunidad inolvidable de compartir el amor de Dios a ese ser humano.

Hace muchos años atrás, Juan Mackay, un gran hombre de Dios escocés que trabajó en América Latina, escribió un buen libro que lleva por título “La Teología del Camino”. La intención de Mackay era provocar una reacción de cambio en sus lectores y de esa manera, dejaran de ser personas de balcón con respecto a su prójimo. Líderes políticos, instituciones sociales y religiosas, iglesias, pastores y cristianos en general debemos llegar a ser hombres y mujeres del camino. Debemos ser sensibles al dolor y a la necesidad del prójimo y no cruzarnos de brazos y sólo mirar desde el balcón.

Hoy tenemos que aprender de la Parábola del Buen Samaritano descrita en Lucas 10: 25-37 que habla de un herido en el camino a Jericó. Si nosotros, los llamados a servir hoy día, siguiéramos estos ejemplos del Señor Jesucristo nunca subiríamos al balcón de la observación, sino más bien imitaríamos al Divino Maestro y salvaríamos a multitudes, transeúntes que andan en el camino de la desesperación y de la consternación de la vida diaria. El sacerdote de la historia estaba bien cómodo en el balcón, el levita que le siguió también. Pero, el samaritano, no sólo se bajó de su cabalgadura, sino también de la perspectiva de mirar desde el balcón la necesidad en la vida de su prójimo herido y atenderlo. Curar sus heridas, llevarlo al mesón, pagar por las atenciones, y ofrecer pagar por cualquier gasto extra cuando regresara de su viaje, es caminar en el camino junto a los necesitados.

Termino diciendo, quizás ahora usted pueda contestar la pregunta inicial: “¿Qué clase de persona soy?” Ahora, mi propósito es ponerlo incómodo. Si hasta ahora usted ha sido una persona de balcón, cambie, baje al camino. Quizás en al polvoriento camino de los sinsabores de la gente, usted al caminar junto a su prójimo e imitar el ejemplo de Jesucristo, pueda causar un impacto y una diferencia en la vida de otra persona.

Bendiciones

Hasta la próxima,

Dr. Pedro Yaruchyk

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