Detrás de cada ser humano hay una historia y solo Dios puede juzgar.

Agradeciendo al periódico El Mexicano, por hacer posible la publicación de mis textos. Muchas veces ocupamos un empuje para reflexionar sobre las cosas que nos pasan a diario y no las vemos. Gracias.

Una reflexión que redacte hace unos años.
Mi padre nos abandonó cuando éramos muy pequeños, y eso marcó profundamente mi vida. Aunque de alguna manera estuvo presente, siempre soñé con tener un padre que jugara conmigo, que saliera de paseo y demás. Crecí en una sociedad dura y llena de prejuicios por ese acontecimiento, no tener un Papá presente era un delito.
Cuando decidí formar mi propia familia, me prometí a mí mismo ser un buen padre, pero no es una tarea fácil. He experimentado fallas y desaciertos en el camino, y ser padre resulta ser una tarea compleja. En parte, empecé a dejar de juzgar y guardar rencor hacia mi Papá. Comencé a buscarlo más seguido y él empezó a contarme historias de su niñez, lo duro que la pasó y los maltratos que sufrió. Esto me dio una visión más amplia de su vida y su comportamiento.
Mi padre ya tenía 78 años cuando lo acompañé más seguido. Traté de darle cariño y romper el rencor de mi infancia. Conoció a mis dos hijos mayores y jugaba con ellos, expresándoles amor de la manera en que él aprendió a hacerlo. Les tocaba la cabeza, les pellizcaba las mejillas, con una sonrisa de satisfacción, como expresando una alegría oculta en su rostro. Lo acompañé hasta su muerte y ahí me di cuenta de que todos tenemos una historia diferente en la vida y que todos merecemos una segunda oportunidad.
Si aún tiene a su Papá con vida y guardas algún rencor hacia él, búsquelo, converse, perdone, solo tenemos una vida y es bastante corta. Detrás de cada ser humano hay una historia y solo Dios puede juzgar.

Gracias por leer mis textos.
Atte: Jorge Isaac Casasola
(Choza)