En un mundo donde todo va a pasos acrecentados, nos encontramos constantemente bombardeados por información que proveniente de todas partes. Hay más oportunidades, pero también más competencia y la educación en todas sus formas se vuelve cada vez más indispensable. Sin embargo, hay una clase de educación que es especialmente valiosa, pues es fruto de un esfuerzo que perdura durante toda la vida, una formación ininterrumpida que se basa en el ejemplo a seguir: la de un padre.
En la actualidad parece haber límite de tiempo reducido para todo y en la ardua tarea de tomar las decisiones adecuadas son nuestros padres quienes nos recuerdan que hubo un antecedente. Un padre ofrece su sabiduría y experiencia para guiar a sus hijos en el camino a la realización personal, hace hasta lo imposible para asegurar que sus hijos alcancen el verdadero éxito en la vida: su felicidad. Sus consejos, así como la experiencia y confianza que nos ofrecen con todas las expectativas y responsabilidades que esto conlleva, nos dotan de la seguridad en nosotros mismos y el empuje para ser y hacer más de lo que jamás habríamos imaginado. Los padres quieren lo mejor para sus hijos, mejor incluso que lo que ellos mismos alcanzaron. Y quizá ahí radique justamente el mayor logro de cada padre de familia: impulsar a sus hijos a lo más alto para que a través de su guía e inquebrantable fe, ellos alcancen su propia felicidad.
Mariana Velasco Avila