(EFE).- «Creo que han sido nuestros mejores juegos», dice el director de deportes de Olimpiadas Especiales Bolivia, Sebastián Llobet, sobre la reciente participación de los deportistas de su país con discapacidad intelectual en los III Juegos Latinoamericanos de esa especialidad.
«Hemos sacado una cantidad de medallas que antes no sacábamos», recuerda Llobet (Sucre, 1988) en una entrevista con Efe, tras su participación como encargado del equipo boliviano que compitió del 20 al 28 de abril en Panamá, de donde se fueron con 22 oros, 18 platas y 13 bronces.
Llobet solo tiene buenas palabras para sus atletas. Habla de Mario Quiroga, que compite en bochas con una enfermedad degenerativa, y dice que es «un ejemplo de cariño y de no ponerse límites en nada».
También destaca a Carlos Quispe y Vanesa Parra, dos atletas de un pequeño pueblo boliviano que nunca habían pisado una ciudad pero que en Panamá consiguieron sendos oros. «Ahora son héroes en Punata», su pueblo, dice.
«Ellos te motivan a seguir, no se ponen límites. Nosotros les ponemos límites», asegura Llobet.
Cuenta que admira la sinceridad de los atletas, que a veces quieren pegar a su contrincante porque va ganando pero al rato se abrazan amistosamente porque en el fondo no tienen nada en su contra.
Panamá ha sido un sueño para muchos, pero Llobet admite que la realidad es otra.
«Ha sido un balde de agua fría volver de los Juegos Latinoamericanos, tanto para mí que estaba a cargo de la delegación como para cada uno de los atletas, porque hemos visto», destaca, «una realidad de la que estamos muy lejos».
Bolivia cuenta desde 2014 con una ley específica que protege los derechos de las personas con discapacidad, pero la población con diversidad funcional se queja de que todo queda en papel mojado y no se invierten los fondos suficientes en adaptación y en desestigmatizar a la población.
Convocatorias como las Olimpiadas Especiales tratan de «utilizar el deporte como una herramienta de inclusión», como resume su director deportivo.
«Este año el atletismo ha sido nuestro fuerte, la gran sorpresa», asegura Llobet, aunque en los juegos mundiales de verano de 2015 fue la gimnasia rítmica.
A Panamá fueron 800 atletas de 21 países latinoamericanos para competir en nueve disciplinas, muy parecidas a algunas de las olímpicas.
«En realidad lo que se hace es seguir mucho los fundamentos olímpicos y adaptarlos a lo que son las Olimpiadas Especiales», explica Llobet.
Los deportistas, que simplemente tienen algún grado de discapacidad intelectual, compiten en atletismo, baloncesto, bolos, gimnasia rítmica, natación, tenis, tenis de mesa, voleibol y bochas (un juego muy parecido a la petanca).
Aunque en cada deporte hay diversas categorías según el nivel de discapacidad, «la primera parte de los juegos son pruebas preliminares donde ellos compiten, se les saca un nivel y en base a los niveles obtenidos se les divide», precisa Llobet.
También cambia un poco la forma de premiar y se dan medallas hasta el octavo lugar, porque «la idea es que todos los chicos se vayan aunque sea con una medalla de participación».
Mientras que en los Juegos Paralímpicos compiten deportistas con alguna discapacidad física -aunque también pueden tener algún grado de intelectual-, las Olimpiada Especiales están reservadas para los que tienen discapacidad intelectual, aunque también tengan alguna diversidad funcional física.
«Estamos hablando que hay una gama de discapacidades enorme dentro de lo que es la discapacidad intelectual. Están el síndrome de Down y el autismo como lo más común, pero de ahí hemos tenido el privilegio de ver competir a chicos hasta con parálisis cerebral», explica Llobet, que dice: «A veces vemos que tienen el doble de problemas y lo logran».
Su objetivo para 2019 son los Juegos Mundiales, que se celebran cada cuatro años, y, de forma más general, que se mantenga el interés por el deporte para discapacitados.