Mientras arrastraban por el suelo a Sergio Pech y las pequeñas piedras se le encajaban como cuchillos para abrirle la piel, él sólo hablaba con Dios: “Si salgo de ésta, le juro que nunca más vuelvo a intentar cruzar la frontera”.
Este guatemalteco de 23 años había caído en manos del Cartel de Sinaloa en plena pandemia, sin familia y sin dinero desde marzo pasado cuando intentó cruzar de Sonora a Arizona por su cuenta, en solitario, como lo había hecho a los 14 cuando emigró por primera vez.
“Si no tienes familia ni dinero, tienes que trabajar para nosotros, porque aquí mandamos nosotros y tienes que pagar de alguna forma. ¿No tienes familia?¿No tienes billete? Pus no te queda de otra. Te vamos a dar 15,000 pesos y comida, ¿qué dices? Después de un año te dejamos del otro lado”.
Sergio titubeó. Tenía miedo. No sabía si le iban a dar una pistola y convertir en sicario a pesar de su escuálido cuerpo y falta de voluntad para matar a otros.
Los cárteles de la droga han tomado el control de la frontera desde hace años, según reportes oficiales de Estados Unidos y México. Primero fueron los Zetas y el Golfo; luego otras células de organizaciones criminales fraccionadas hicieron lo mismo; el Cártel Jalisco Nueva Generación saltó posteriormente y finalmente, tras mantenerse al margen durante mucho tiempo, los sinaloenses reclamaron su parte.
“Controlamos toda la frontera de Sonora”, dijo un testigo a la agencia de información AP quien reportó lo sucedido en esta parte de la frontera.